miércoles, 5 de noviembre de 2025

Una práctica que atraviesa la vida


Muchas personas llegan a una práctica espiritual con preguntas muy parecidas: ¿Cuántas veces a la semana hay que venir? ¿Cuándo se ven los resultados? ¿Debo cambiar mi dieta? ¿Es mejor empezar por un curso estructurado?

Son preguntas legítimas. Pero también son un reflejo de cómo funciona nuestra mente cuando está entrenada para vivir en función de la productividad, el control y la inmediatez.


En una sociedad centrada en el consumo, todo lo que no promete resultados rápidos parece sospechoso o poco útil. La paciencia no se vende. El silencio no se promueve. Y el esfuerzo sostenido no se premia.


Pero el camino espiritual —como el yoga, la meditación o cualquier disciplina de conciencia— no es un programa de resultados. No tiene fórmula ni línea de llegada. Es una forma de estar en la vida, de observar, de encarnar el cuerpo, de estar en relación.


No se trata de cuántas veces venimos a clase, sino de qué hacemos con lo que experimentamos.
No se trata de si somos veganos o vegetarianos, sino de cómo vivimos nuestras decisiones con conciencia.
No se trata de si meditamos veinte minutos al día, sino de si podemos llevar algo de esa claridad a los momentos difíciles.


La práctica empieza en el mat, pero no termina ahí. Continúa …en la espera, en la conversación difícil, en el tránsito, en la fatiga, en la contradicción.
En cómo respondemos, en qué elegimos sostener, en qué estamos dispuesto a soltar.

No hay atajos.


Al principio requiere más esfuerzo, porque todo lo nuevo implica una reeducación interna. Pero con el tiempo, la práctica se vuelve parte de uno.
El cuerpo, la mente y la atención se afianzan en una nueva manera de estar.


El progreso real muchas veces no se nota.
Sucede en silencio, cuando dejamos de forzar, de resistir o de buscar algo a cambio.
Sucede cuando seguimos practicando. Seguimos respirando. Seguimos observando.


Que la paciencia sea más fuerte que la prisa.

Que la constancia se arraigue en cada paso.

Que no nos mueva el deseo de resultados, sino el amor por el camino.

Que no nos detenga el juicio de la mente, ni el ruido del mundo.

Hoy elegimos permanecer.

Hoy elegimos respirar y volver, una y otra vez, al centro que nos sostiene.

Nada externo puede apurar el florecimiento del alma.

Confiamos en el proceso, honramos el silencio, y agradecemos cada instante de presencia.

Así es.

Gracias, gracias, gracias.


R-I-60

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