viernes, 5 de abril de 2024

Trascendiendo la Dualidad: Abrazando la Perspectiva Divina

“Comienza mirando todo desde Dios, y después todas las cosas te serán vistas desde Dios.” Si bien no es una cita exacta de San Agustín, se basa en su pensamiento, en la idea de que ver todas las cosas desde la perspectiva de Dios es fundamental para una comprensión más profunda de la vida y las situaciones humanas. 

En el hinduismo, la práctica de ver las situaciones desde la perspectiva de Dios se conoce como "sakshi bhava", que significa ser testigo de todo como lo haría Dios. 

En la filosofía griega, Platón hablaba sobre la necesidad de elevarse por encima de las apariencias mundanas para alcanzar una comprensión más profunda de la verdad. 

En el misticismo islámico, hay enseñanzas sobre la importancia de ver todas las cosas como manifestaciones de la voluntad divina. Y en la tradición judía, la Cábala enseña sobre la importancia de ver la realidad desde una perspectiva más elevada, conectada con lo divino. 

Y así, en muchas tradiciones espirituales y filosóficas, se recurre a este recurso: el de invertir la mente, tal como lo hacemos al practicar posturas de inversión en yoga, y contemplar la vida desde la perspectiva divina. 

 ¿Para qué? 

En la vida en general nos encontramos inmersos en una constante interacción de opuestos: luz y oscuridad, alegría y tristeza, amor y temor. Esta dualidad inherente nos desafía y nos lleva a enfrentar conflictos tanto dentro de nosotros mismos como en nuestras relaciones con los demás y con el mundo que nos rodea. Sin embargo, al adoptar la perspectiva de Dios, trascendemos estos conflictos y limitaciones del ego. Nos damos cuenta de que somos mucho más que nuestras identidades individuales, que estamos conectados con todos los seres y con el universo mismo. Desde esta visión elevada, dejamos de lado las preocupaciones egoístas y nos abrimos a un estado de compasión, humildad y servicio desinteresado. 

La trascendencia del ego nos permite mirar más allá de las apariencias superficiales y reconocer la unidad subyacente que une a todas las formas de vida. Aprendemos a ver cada experiencia, ya sea placentera o dolorosa, como una oportunidad para el crecimiento espiritual y la expansión de nuestra conciencia. En lugar de juzgar las situaciones como buenas o malas, empezamos a comprender que cada momento es una pieza importante en el vasto rompecabezas de la existencia. 
 
Desde la perspectiva divina, comprendemos que la dualidad misma es una manifestación de la unidad fundamental del universo. Todos los opuestos están intrínsecamente entrelazados y son necesarios para el equilibrio y la armonía del todo. Al salir de la dualidad, abrazamos la totalidad de la experiencia humana con aceptación y gratitud, encontrando la paz interior que trasciende todo entendimiento y la conexión profunda con la red de la vida en su conjunto.

EJEMPLOS


- Desde una perspectiva terrenal, Alfredo ve a su madre como una persona malvada debido a las experiencias pasadas y las heridas emocionales que ha sufrido a manos de ella. Se siente resentido y herido por su comportamiento, juzgándola con dureza sin considerar sus circunstancias. Sin embargo, al situarse en la perspectiva del cielo, Alfredo comprende que su madre también ha enfrentado desafíos y sufrimientos, influenciándola negativamente. Al ver desde lo divino, se libera del juicio y el resentimiento, encontrando compasión por su madre como una víctima de sus propias circunstancias. Reconoce las enseñanzas que su madre le ha brindado, incluso a través del dolor, y se fortalece gracias a su capacidad para perdonar y crecer a partir de las experiencias difíciles. Al abrir su corazón al perdón, encuentra paz interior y sanación, trascendiendo el sufrimiento del pasado y cultivando comprensión y amor por los demás.


- Desde una perspectiva terrenal, un padre puede sentirse frustrado y enojado cuando su hijo no sigue sus planes, interpretando su conducta como desafiante o irrespetuosa. Puede reaccionar con regaños o castigos, alimentando así un ciclo de conflicto y separación. Sin embargo, desde una perspectiva elevada, el padre reconoce el amor incondicional que siente por su hijo y comprende que su comportamiento es simplemente una manifestación de sus propias luchas internas y necesidades no satisfechas. En lugar de reaccionar desde el enojo o la queja, el padre elige responder con compasión y empatía, buscando comprender las razones detrás del comportamiento de su hijo y ayudarlo a crecer y sanar desde un lugar de amor y aceptación incondicional. En este enfoque, se rompe el ciclo de conflicto y se fomenta una conexión más profunda y significativa entre padre e hijo.


- Carolina suele experimentar una profunda ansiedad, viendo el mundo como un laberinto oscuro lleno de preocupaciones y obstáculos. Sin embargo, al cambiar su perspectiva y adoptar una visión más elevada, encuentra oportunidades de crecimiento en cada desafío. Reconoce que forma parte de un universo interconectado y aprende a soltar la necesidad de control, hallando paz en medio de la incertidumbre. Al seguir el propósito de su alma, Carolina se siente inspirada y motivada, viviendo plenamente en el presente.


- Clara estaba en la cola del supermercado cuando se dio cuenta de que había olvidado su billetera en casa. Sintió una oleada de frustración y enojo en una primera instancia, pero luego, en lugar de dejarse llevar por la ira y la irritación, respiró profundamente y trató de controlarse y ver la lección oculta en la situación, en lugar de centrarse en el problema o quejarse. Agradeció la amabilidad de la cajera y se comprometió a ser más consciente en el futuro. Al ver desde los ojos de Dios, Clara trascendió su enojo inicial y encontró paz interior en medio de la adversidad.


Al cambiar nuestra perspectiva y elevar nuestra conciencia, no solo nos situamos en la perspectiva de Dios, sino que también transformamos nuestras actitudes y acciones en el mundo terrenal. Este proceso implica traer los principios y valores divinos a nuestra vida diaria, manifestando el amor, la compasión y la sabiduría en nuestras interacciones y decisiones cotidianas. Es lo que se conoce como "bajar el cielo a la tierra", donde buscamos crear un mundo más armonioso y amoroso, donde la divinidad se refleje en cada aspecto de nuestras vidas y relaciones.  Que este proceso nos inspire a seguir elevando nuestras vibraciones y a llevar la divinidad a cada rincón de nuestro mundo, creando así un hogar celeste en la tierra.


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