viernes, 28 de marzo de 2025

¿Idolatría o fe en acción?



A veces, sin darnos cuenta, construimos muros a nuestro alrededor. Muros de creencias, de pensamientos repetidos, de límites que asumimos como reales. Nos decimos: "Yo soy así", "Esto no es para mí", "No puedo cambiar". Y al repetirlo, al sostenerlo, esas creencias se convierten en nuestro dios, poniendo nuestra fe en ellas.


Pero la fe no es una prisión, es un movimiento. No es encierro, es expansión. Dios nos dio algo más grande que el miedo: una chispa, un alma en acción.


(Job lo entendió. No aceptó pasivamente su destino. Tuvo la valentía de hablar, de preguntar, de ir más allá del sufrimiento. No se conformó con explicaciones vacías, porque su fe no era ciega, era profunda. Una fe viva, en búsqueda constante.)


Nosotros tal vez no cuestionamos a Dios, pero sí podemos cuestionar los límites que nos hemos impuesto.


¿Cuántas veces nos decimos:
— “Esto es imposible para mí”…?
— “Siempre ha sido así, no hay otra manera”…?
— “Si salgo de esta estructura, si dejo esta creencia, ¿qué me queda?”


Esas frases parecen inofensivas, pero nos atan. Se vuelven una fe mal dirigida, una devoción a la limitación.


Y no vinimos a la Tierra a rendirle culto a los miedos, sino a manifestar el alma, a descubrir nuestro propósito, a expandirnos.


La verdadera fe no paraliza, es acción consciente. Es atreverse a moverse, aunque no veamos el camino completo. Es avanzar, aunque una parte en nosotros tenga miedo.


Si Dios me dio vida, si esta energía fluye en mí, entonces no debo quedarme estático. Mi propósito no es seguir un camino trazado por el miedo, sino por la luz que me habita.


No somos nuestros límites, no somos nuestras creencias más pequeñas. Somos el alma que Dios puso en nosotros. Y estamos aquí para expandirnos, para crecer, para avanzar.


Que la luz dentro de mí crezca más allá de mis miedos.

Que mi fe no sea en mis límites, sino en la chispa divina que me habita.

Que cada paso que doy me acerque a mi propósito.

Y que nunca me detenga por temor a lo desconocido,

porque mi alma sabe el camino.

Que así sea.


(Reflexionante I-42)

viernes, 21 de marzo de 2025

Fé, ¿Pasividad o Valentía? Sobre Job


Hay momentos en la vida en los que las certezas se desvanecen, en los que la mente inquieta busca respuestas en medio de la niebla de lo desconocido. Desde siempre hemos escuchado palabras que parecen absolutas, enseñanzas que se han arraigado en lo más profundo de nuestro ser. Sin embargo, la esencia de nuestra existencia nos invita a cuestionar, no para desafiar lo divino, sino para acercarnos más a la verdad que late en lo profundo de nuestro ser.

La historia de Job nos muestra a un ser humano enfrentando el dolor y la incomprensión, pero su grandeza no está en desafiar a Dios, sino en permanecer auténtico ante la incertidumbre. Job no buscó rebelarse, sino entender lo que parecía incoherente en su realidad. Su espíritu no se conformó con explicaciones rígidas sobre la justicia divina; en cambio, se mantuvo fiel a su necesidad de sentido, sin perder la integridad de su fe.


La fe de Job no es una fe mágica o pasiva, sino una certeza que surge del corazón dispuesto a abrazar tanto la compasión como la duda. Esta fe no es estática ni ciega; es una valentía que se mantiene en pie en medio del dolor, dispuesta a dialogar con lo desconocido sin rendirse ante respuestas fáciles.


Cuando finalmente llega la respuesta divina, no hay reproche hacia Job por cuestionar, sino un reconocimiento de su honestidad interior. No fue castigado por su búsqueda sincera; al contrario, fue honrado por ser genuino en su proceso. Aquellos que lo juzgaron desde una postura rígida fueron reprendidos, pues su comprensión estaba limitada por la falta de apertura al misterio divino. Así, la verdadera fe no reside en la sumisión ciega, sino en la disposición a evolucionar espiritualmente a través de la búsqueda sincera.


Si en tu camino surgen dudas, no temas abrir el corazón a lo desconocido. La fe no es un refugio inmóvil; es un río que fluye en constante movimiento hacia lo profundo del alma. Cuestionar no significa desafiar lo divino, sino invocar la sabiduría oculta que ilumina los rincones oscuros de la mente y el espíritu.


Que el espíritu de búsqueda sea tu guía, y que cada paso hacia la verdad te conduzca a una conexión más profunda con lo divino. No temas a las preguntas sinceras; abrázalas como oportunidades de crecimiento y trascendencia.


(Reflexionante I-41)


lunes, 10 de marzo de 2025

Más allá de lo aprendido

 



Desde el primer aliento, nos encontramos inmersos en un mundo que ya tiene respuestas para nosotros. La cultura, la tradición y la religión nos ofrecen estructuras, nos enseñan qué es correcto y qué no, nos muestran un camino trazado por generaciones antes de nosotros. Pero llega un momento en el que el alma pregunta: ¿Este camino es realmente mío?


En el transcurso del tiempo, ha habido individuos que han sentido una profunda resonancia con la pregunta que late en su interior. Con valentía y determinación, han optado por explorar y comprender su propia verdad, separando lo que es genuino y duradero de lo que es superficial y efímero.


Gandhi nació en un sistema que dividía a las personas desde su nacimiento, el sistema de castas. Él no solo habló del tema, sino que desafió las normas con su ejemplo. especialmente la discriminación contra los "intocables", que eran la casta más baja y sufrían exclusión social extrema en la India.


Jesús fue educado en una tradición con creencias y normas muy establecidas, pero se dio cuenta de que por sí solas no tenían el mismo valor si no llevaban a una transformación genuina del corazón y la conducta. Se atrevió a decirlo y a vivirlo, instando a los líderes religiosos de su tiempo, a tener  coherencia ya que actuaban de manera contraria a lo que predicaban. Para él, no bastaba con cumplir con las leyes externas si el corazón y la intención no estaban alineados. ¿Qué les dijo a los líderes religiosos?: que “limpiaban lo de afuera del vaso, pero por dentro estaban llenos de avaricia e impureza. (Mateo 23:25-26). Criticaba su enfoque de la religión como una serie de reglas externas, pero sin un cambio interior.


Y así como ellos, muchos otros…


La búsqueda de la verdad no implica necesariamente una revolución contra todo lo que hemos aprendido. En realidad, se trata de un proceso de introspección y discernimiento, mediante el cual podemos distinguir entre lo que es esencial y lo que es superfluo.


Al escuchar nuestra propia voz interior, podemos reconocer los valores y principios que resuenan con nuestra esencia más profunda. Esto nos permite separar lo que es auténtico de lo que es artificial, y lo que es duradero de lo que es efímero.


En última instancia, lo que es real y verdadero es lo que nos eleva y nos transforma. Es lo que nos permite crecer y evolucionar como seres humanos, y es lo que nos conecta con nuestra propia naturaleza y con el mundo que nos rodea.


Cada día podemos elegir: ¿Seguimos en automático lo que nos enseñaron o buscamos con el corazón despierto? ¿Nos aferramos al miedo o caminamos hacia la claridad? Cada elección nos acerca o nos aleja de la luz.


Que nuestra búsqueda no sea un rechazo, sino una ascensión. Que cada pregunta nos lleve más cerca de lo eterno. Que cada paso nos haga más auténticos. Porque cuando la verdad se ilumina en el alma, ya no hay vuelta atrás.



Oración de Manifestación


Hoy abro mi mente y mi corazón a la verdad eterna.
Que la sabiduría guíe mi camino,
Que la justicia impulse mis actos,
Que la compasión llene mi ser.

Renuncio al miedo a cuestionar,
Renuncio a las sombras de la rigidez,
Renuncio a todo lo que me aleje de la luz.

Que en mi alma brille lo esencial,
Que mi espíritu se abra a la infinita comprensión.
Hoy elijo caminar con consciencia despierta.

Que así sea, que así es, que así será.


(Reflexionante I-40)