jueves, 30 de octubre de 2025

Tomar el regalo de la confianza


“Todo está fluyendo. Lo único que pide la vida es que abras la puerta.”


“La confianza está allí, yo no la fabrico, yo no la creo, sólo está.”


A veces, en nuestro anhelo de crecer, de sentirnos más plenos o en paz, miramos hacia afuera, como si lo que nos falta estuviera allá, en lo que aún no llega. Pensamos que es la falta de oportunidades lo que nos detiene… pero si nos damos un respiro tal vez notemos que no siempre es así.


Puede que el verdadero límite no esté en lo que falta, sino en lo que aún no se abre dentro de nosotros. Una parte que se resiste, que duda, que no encuentra la confianza suficiente para dar el paso. Y esa confianza, tan necesaria para sentirnos sostenidos al avanzar, tal vez no fue del todo evidente en nuestros primeros años. No porque alguien haya querido negárnosla, sino porque, a veces, quienes nos criaron también cargaban con sus propias sombras, con sus propias cerraduras, con sus propias historias sin resolver.


No hay juicio en esto. Solo una mirada honesta y compasiva. Un reconocimiento de lo que fue… y también de lo que puede ser.


Cuando esa sombra aparece más adelante en la vida, podemos sentirnos en una especie de cruce silencioso. Por un lado, la familiaridad de cerrarnos, de repetir antiguos patrones, de quedarnos donde estamos. Por otro, algo más sutil: una invitación suave pero insistente a abrirnos. Una energía misteriosa que toca la puerta del alma… y un anhelo del alma por abrirla.


La confianza no depende de uno ni de lo que haya faltado en el pasado. Viene de otro lugar. De una Fuente más profunda, más sabia, que siempre ha estado ahí… aunque no siempre la hayamos notado. Una energía viva que nos atraviesa, que nos conforma, que nos sostiene, y que, en realidad, nunca ha dejado de confiar en nosotros.


Quizás esa sea la clave: recordar que esa confianza no tiene que ser fabricada, ni demostrada. Solo necesita ser reconocida. Sentida. Permitida. Porque ya está en ti. En tu respiración. En tu latido. En esa parte tuya que, incluso en medio del miedo, quiere vivir plenamente.


No hay apuro. No hay exigencia. Solo una posibilidad que se va abriendo, como se abre una flor: a su tiempo, en su modo, en su verdad.



Que podamos reconocer, en lo más íntimo,
esa corriente viva que ya fluye en nosotros.
No como una promesa lejana,
sino como una verdad presente,
como un chorro de energía confiada que el Universo derrama en nosotros.


Que, si alguna vez aprendimos a contenerlo,
a encapsularlo por miedo o por protección,
no nos juzguemos por ello.
Pero que tampoco lo demos por perdido.
Porque esa confianza no se marchita,
solo espera nuestro permiso para fluir.


Que tengamos el valor de abrir las compuertas internas,
aunque sea por un instante.
De salir del pasmo con la humildad de quien no sabe cómo,
pero se permite sentir.


Y que en ese acto sutil —tan simple como verdadero—
algo dentro de nosotros recuerde
que la vida ya confía en nosotros.
Y que confiar en ella
es volver a ser río.


R-I-58

miércoles, 22 de octubre de 2025

Corrupción

 “La corrupción comienza cuando olvidamos que somos tierra, agua y tiempo.”


A veces, la vida nos enreda. Nos aferramos a ideas, a la prisa, a los juicios. Hay una necesidad de demostrar algo, de ganar, de sobresalir. En esos momentos, es posible que una quietud distinta nos llame. Voltear la mirada hacia la naturaleza. Y, simplemente, observarla.


Un árbol no discute con otro. Simplemente está. El río no busca otra dirección. No se detiene a ver si es comprendido. Sigue su curso. Una semilla no germina más rápido que otra. Germina cuando le toca, en su propio momento... En esta observación, quizás se revele algo.


Nosotros, a veces, olvidamos que somos parte de esto. Que también somos naturaleza. Y nos enredamos en ideas, en urgencias, en juicios, en discusiones. Perder la noción de esta conexión, de nuestra propia naturaleza esencial, puede ser una forma de corrupción. Una desviación. Una traición a lo que somos en lo más profundo. Una desconexión.


La naturaleza es bella, generosa, paciente, sanadora, sabia. Es una fuente que inspira con gracia propia. Al sintonizar con su ritmo, tal vez descubramos un espacio silencioso. Un espacio donde nada falta ni sobra. Solo estar. Solo sentir.



Que recordemos lo que somos antes del ruido,

antes de los enredos y las urgencias.

Que podamos reconocer cómo nos hemos desviado,

y en esa lucidez, volver.

Volver a la integridad sencilla de la naturaleza,

que no compite, no se justifica, no se corrompe.

Que volvamos al pulso que nos sostiene,

y desde ahí, habitemos el mundo.


R-I-57

jueves, 2 de octubre de 2025

PROGRESION, donde la forma se suelta

Al contemplar el fluir de la vida y sus desafíos, a menudo se encuentra uno en una encrucijada interna. Es en ese espacio de reflexión donde surge una pregunta fundamental sobre la forma de habitar el mundo.  

No es necesario escribir para seguir existiendo. No es necesario enseñar para dejar una marca. No es necesario quedarse en una forma para que la existencia continúe. Porque no somos solo un cuerpo, ni una historia, ni un nombre. Existe una conciencia que se expresa a través de cada forma, una chispa que ha descendido para recordar lo alto desde lo bajo.


Ese miedo que a veces se siente —esa punzada sutil o brutal— no surge del final de la existencia. Emerge de la creencia de que terminar es desaparecer. De la idea de que, sin un esfuerzo visible, todo se pierde. Pero no es así.


La Vida no se extingue con el silencio, ni se apaga si no se logra dejar un legado. Porque ya se es parte de un legado eterno. No se comenzó con el nacimiento, ni se acabará con el último aliento.


Sin embargo, esto no resta importancia al esfuerzo. La Vida necesita de nuestra manifestación, no para sostenerse a sí misma, sino para expresarse plenamente en este mundo. La existencia no está aquí para garantizar la eternidad de un concepto individual, sino para encarnar lo eterno en lo efímero. Para elevar la materia. Para traer la esencia más elevada a la tierra. Para recordar que lo divino se realiza cuando tú despiertas.


No hay nada que demostrar, pero sí mucho que amar, que cuidar, que transformar. Y a veces, el acto más sagrado no es resistir, ni controlar, sino soltar: soltar el miedo a no perdurar, soltar la ilusión de que solo lo visible tiene valor. Porque justo ahí, cuando la idea de un yo individual deja de aferrarse, comienza lo verdadero: el trabajo de ser un canal vivo de la Luz que no muere.


Que recordemos quiénes somos,
que soltemos lo que ya no nos sostiene,
que la Luz encuentre en nosotros un cauce natural
.


Que nuestras palabras, pensamientos y actos
sean reflejo fiel de lo Alto.


Que toda resistencia se transf
orme en apertura,
y todo miedo en comprensión.


Que se manifieste la Paz, el Orden y el Bien.
Gracias Padre-Madre,
porque ya es así
.



R-I-56