Hay una idea secreta —que vive en las grietas del alma que dice:
Dios no es algo lejano que todo lo ve.
Dios se retira.
Dios se fragmenta.
Dios se busca.
La creación no es un espectáculo perfecto.
Es una catástrofe sagrada.
Un estallido de luz que, al nacer, rompió los recipientes.
Y esa luz —ese Dios— cayó.
Cayó en los mundos.
En las piedras, en los árboles, en las lágrimas,
y también en ti.
Cada alma es un fragmento.
Cada ser humano es un eco de una memoria más vasta,
una chispa que recuerda, confusamente,
que alguna vez fuimos totalidad.
Y es en ti, en tus gestos más invisibles,
donde Dios intenta recordarse.
Cuando abrazas sin juicio,
cuando creas sin miedo,
cuando nombras la belleza de lo cotidiano,
cuando perdonas lo que dolió tanto…
estás reparando un pedazo de cielo.
Quizá Dios, al mirarte amar,
se acuerda por un instante de quién es.
Y entonces, hay un estremecimiento en lo invisible.
Un susurro en la nada que dice:
“Estoy volviendo a Mí.”
No estamos aquí para alcanzar a Dios como quien escala una cima.
Estamos aquí para darle casa.
Para reunirle.
Para ser sus manos y su corazón, recomponiéndose desde adentro.
No necesitas ser perfecto.
Solo fiel a ese fuego.
A ese susurro que te dice, aún en la sombra:
“Tú eres parte de Mi regreso.”
Oración de intencion de la clase de yoga
Que este día sea un recordatorio de la luz que siempre habita en nosotros,
incluso cuando la vida nos pide pausas,
incluso cuando la alegría se mezcla con la calma.
Que cada postura y cada respiración
sean una oportunidad para sanar,
para recordar que, en nuestra unidad y en nuestras diferencias,
estamos todos conectados a la fuente de lo divino.
Hoy nos damos permiso para ser completos,
para aceptar la totalidad de lo que somos,
y para abrazar la paz que está disponible en este momento.Que esta intención fluya con cada respiración,
trayendo armonía, luz y amor a nuestras vidas.
Amén.
(R-I-48)


