viernes, 7 de junio de 2024

Cuando caemos en la división, el mal prospera



Se filtra el mal: Cuando juzgamos rápidamente a los demás sin intentar comprender sus perspectivas. Entonces el mal prospera: entramos en una trampa sutil que alimenta la discordia.


Se filtra el mal: Cuando prestamos oído al chisme o criticamos a otros, sin reconocer que estas acciones ocultan nuestros propios defectos. Entonces el mal prospera: nos sumergimos en un ciclo de negatividad que nos envenena y envenena nuestras relaciones.


Se filtra el mal: Cuando excluimos a personas de actividades o conversaciones sin una razón, o incluso cuando nos autoexcluimos. Entonces el mal prospera: perpetuamos un distanciamiento que oscurece el entendimiento y la conexión humana.


Se filtra el mal: Cuando permitimos que reacciones emocionales dominen nuestra conducta en situaciones menores. Entonces el mal prospera: cedemos al ego que oscurece la compasión y la calma.


Se filtra el mal: Cuando atribuimos emociones inexistentes a mensajes escritos, tejiendo malentendidos que distorsionan tanto el mensaje como al mensajero. Entonces el mal prospera: sembramos la desconfianza, las rencillas, los conflictos.


Se filtra el mal: Cuando descuidamos el esfuerzo por comprender y ser empáticos con los sentimientos y experiencias de los demás. Entonces el mal prospera: desvalorizamos al otro y lo dejamos solo.


Se filtra el mal: Cuando guardamos resentimientos o tenemos conflictos no resueltos. Entonces el mal prospera: tarde o temprano aquello se proyectará en nuestras relaciones, contaminando, tal vez deteriorándolas.


Se filtra el mal: Cuando no encontramos ni buscamos el propósito de vida. Entonces el mal prospera: hay infelicidad, envidia, aburrimiento y todo tipo de negatividad.


Antes de atacar, el Satán divide; de lo contrario, no puede atacar.


Hay que mantener la fuerza de unión.


¿Y qué es esa fuerza de unión? Esa fuerza de unión es aquella que nos impulsa a buscar y revelar nuestro proyecto de vida.


Cuando tenemos un proyecto de vida, no solo somos felices, sino que no queda espacio ni tiempo para comportamientos destructivos o divisorios.


¿Y si el mal se ha instalado? ¿Y si el mal se ha hecho parte de la personalidad?


Cuando nos identificamos con aspectos negativos, el mal prospera, empezamos a actuar desde un lugar de oscuridad, perpetuamos patrones de negatividad y maldad en nuestra vida y en la de los demás.


La identidad debe ser libre, una persona debe de definir y redefinir quién es sin estar atada a aspectos negativos. Necesitamos estar en un proceso de auto-liberación constante, donde trabajemos para liberarnos de patrones de pensamiento y comportamiento negativos. Ser conscientes de nuestras propias tendencias y trabajar activamente para transformarlas.


Además, la identificación en general, cuando es intensa, no nos ayuda. Cuando nos sentimos férreamente identificados con algo, el mal prospera: nos creemos mejores, excluimos, nos fanatizamos.


Siempre estamos evolucionando, aprendiendo, adaptándonos, no nos quedemos atrapados en una visión fija de quiénes somos.


Cultivemos conscientemente valores y comportamientos positivos, y busquemos influencias y modelos que reflejen estos valores.


Rodeémonos de personas e influencias que nos apoyen en nuestro desarrollo personal, en nuestro desarrollo positivo.