jueves, 18 de septiembre de 2025

¿Te ofende o te activa?



Cuando una palabra o situación despierta una reacción —una punzada, una fricción sutil, o un impulso inesperado de superarse sin saber por qué—, algo profundo comienza a moverse. No siempre es fácil ver con claridad desde ese primer impacto, pero en ese roce se abre, a veces, la posibilidad de una transformación silenciosa.


Lo que a veces sentimos como crítica puede ser solo una señal de que algo en nosotros está listo para transformarse. Es en esa aparente herida al ego donde emerge la oportunidad de manifestar algo nuevo. En la quietud del momento, pregúntate: ¿esto que resuena en mí es un juicio que me fragmenta, o una invitación a reconstruirme desde una comprensión más profunda?


No podemos controlar la intención del otro, pero sí elegir cómo lo recibimos. Podemos verlo como un rechazo que nos encoge o como un impulso que nos expande. El verdadero amor propio no es un muro que aísla, sino un faro interno que ilumina qué integrar, qué nutrir y qué soltar con gentileza.


Así como el metal se fortalece en el fuego, nuestras versiones más auténticas a menudo nacen del calor incómodo que nos confronta. En este espacio sagrado de vulnerabilidad, incluso una palabra áspera puede transformarse en motor que impulsa nuestra excelencia.


La intención del otro puede ser incierta, pero el poder está en nuestra conciencia: mirar más allá de la superficie y reconocer el potencial interno para crecer o soltar.


La respuesta es una elección… ¿Y si aquello que me incomoda no es un obstáculo, sino la puerta hacia mi próxima evolución?



Que sepamos reconocer en cada incomodidad una invitación a la verdad profunda. 

Que la palabra que nos toca, sin importar su origen, no nos fragmente, sino nos acompañe en el despliegue continuo de nuestra posibilidad. 

Que ante aquello que nos confronta, elijamos con conciencia mantenernos receptivos, enteros, en movimiento. 

Hoy elegimos crecer, desde la luz que nos habita y se expande paso a paso. 


R-I-55

miércoles, 3 de septiembre de 2025

Manifiesto del orden divino



En tiempos en los que la confusión parece reinar y las certezas se desvanecen, volver a lo esencial se convierte en un acto de poder espiritual. Esta oración es un llamado sagrado a recordar que no estamos solos, y que existe una fuerza mayor, amorosa, sabia y luminosa, que anhela manifestarse plenamente en nuestro mundo: el orden divino.


Te invito a hacer de esta oración un acto diario de conexión. Que no sea solo un conjunto de palabras bellas, sino una invocación viva, vibrante, cargada de intención.


Puedes pronunciarla al comenzar tu día, como un decreto para abrir paso a lo más elevado en tu entorno, o al finalizarlo, como una forma de entregar tus pensamientos, emociones y acciones a una inteligencia superior que guía con ternura.


Aquí la comparto contigo:


Que crezca, prevalezca y se expanda el orden divino en la Tierra.

Que la armonía celestial se manifieste en cada rincón de nuestro mundo, disolviendo toda discordia y restaurando el equilibrio perfecto.


Que la sabiduría superior ilumine nuestras mentes y corazones, guiándonos hacia decisiones justas y acciones nobles.


Que el amor divino florezca en cada alma, uniendo a la humanidad en un lazo de paz y compasión.


Que la verdad eterna prevalezca sobre la confusión, disipando las sombras de la ignorancia y revelando la luz pura del entendimiento.


Que la voluntad divina se expanda como una corriente poderosa e imparable, inspirando a todos los seres a vivir en unidad y propósito elevado.


Así como el sol se eleva y llena de vida la creación, que el orden divino se asiente en la Tierra, estableciendo el reino del crecimiento continuo, la renovación constante y la evolución espiritual.


Amén.



Al repetir esta oración, no solo invocamos una transformación externa. También abrimos las puertas interiores al amor, a la claridad y a la paz que habitan en nuestro centro más profundo. No importa cuál sea tu tradición espiritual: si tus palabras nacen del alma, el universo responde.


Que cada repetición sea una semilla.
Que cada semilla florezca.
Que cada flor perfume la Tierra con la fragancia del Cielo
.


¿Te animas a recitarla por siete días seguidos y observar qué transforma en ti? 


Con amor y propósito,


Yaki



R-I-54