jueves, 12 de junio de 2025

¿Qué nos lleva a cambiar realmente?



El verdadero cambio no ocurre por acumular información ni repetir lo que otros han dicho. Cambiamos de verdad cuando algo se vuelve claro por dentro.  


Cuando una confusión se disuelve.  

Cuando cae un velo, y vemos lo que siempre estuvo allí, pero no habíamos podido reconocer.  


Eso es comprender. No es un ejercicio intelectual. Es un instante de claridad. Una luz que se enciende dentro, y de pronto, lo que parecía caótico o contradictorio se acomoda.  


No cambia la realidad, cambia la forma en que la percibimos. Y con eso, cambia todo: lo que sentimos, lo que decidimos, lo que somos.


Comprender es ver con nuevos ojos.  

Es como despertar en medio de la noche y encender la luz.  

Las cosas siguen en su lugar, pero ahora podemos verlas sin las distorsiones del miedo, el juicio o el ego.


Y cuando vemos con claridad, también actuamos con mayor coherencia.  


La comprensión auténtica no se queda encerrada. Se refleja en nuestras palabras, en nuestros gestos, en nuestras decisiones.  

Inspira, como una vela que enciende otras sin perder su propia llama.


Por eso, compartir lo comprendido es un acto de servicio.  

No para imponer, ni para brillar más que otros.  

Sino para recordar —con humildad— que todos estamos en este mismo camino de descubrimiento.  


No todos reciben al mismo tiempo. Y eso está bien.  


Compartir es sembrar. Algunas semillas brotan de inmediato. Otras, con el tiempo. Algunas quizá no florezcan nunca, pero igual dejamos la tierra tocada por la intención.  



Que en nuestro camino se disuelvan los velos de la confusión, que la verdad se revele en su claridad, y que nuestras palabras sean puentes de luz, compartiendo con humildad los tesoros que recibimos del Cielo. 




R-I-49