Llevo seis meses de práctica de yoga, hoy me paré de cabeza al quinto intento, sin profesor de por medio, mas bien sola y por mis propios medios, todo un logro dado mis cuarenta y cinco años, suena fuerte, cuarenta y cinco años, aunque la verdad me siento una adolescente, más flexible y en paz que antes.
Tengo una gran sensación de logro, algo que hasta seis meses atrás hubiera creído imposible, ahora es casi como un milagro. Podría parecer una cuestión de ego, pero va más allá, y es que me permite creer en mí y en las posibilidades de mi cuerpo.
Y todo comenzó con Vipassana, cuando saliendo del primer curso hace año y medio atrás, decidí sentarme todos los días y aprender a sostener la espalda en mi coxis. Al principio me recostaba en la pared, pues los dolores dorsales y de la nuca eran insostenibles. Y así en cada sentada notaba cómo poco a poco la columna se iba separando de la pared y apoyándose más sobre su última vértebra, todo esto fuera de mi voluntad, como si la espina tuviese vida propia.
La gimnasia psicofísica que tomé me ayudó en algo, pero nada se compara con lo que el yoga está haciendo ahora conmigo. Me suelta los huesos, me separa las articulaciones, me estira los tendones y ligamentos, me enfrenta con el dolor, y me saca de todo sufrimiento y apego, tan igual que Vipassana. La diferencia es que mientras Vipassana trabaja desde la mente, el yoga lo hace desde el cuerpo, por eso ambos se complementan, se refuerzan uno al otro.
Y hoy, con la parada de cabeza he podido conseguir más ecuanimidad durante la meditación. En la meditación descubrí que hay como una ansiedad, algo que se mueve internamente al lado de la atención, y hace que la apure, y la respiración me cambia. Pero hoy, de pronto, pude percatarme con más detalle de ello y pude controlar el movimiento de la atención de manera limpia, tal como cuando intentaba pararme de cabeza, y creo eso es la “ecuanimidad perfecta.” La quietud que experimenté adquirió una cualidad distinta esta vez. Y la parada de cabeza ayudó a ello.
Es el dominio de mi cuerpo lo que me ayudó a dominar la mente en ese aspecto en específico, dejando de lado esa especie de ansiedad tan sutil que estaba al lado y dentro mío. Con el yoga aprendes a dominar el cuerpo y eso es dominar la mente. Con Vipassana aprendes a dominar la mente, y eso trae consigo el dominio del cuerpo. Si haces ambos, yoga y meditación[i], llegas al mismo punto, samaddhi y panna, concentración y sabiduría, sintonizas con el canal de la verdad universal.
[i] Me refiero a meditación
Vipassana en específico, a diferencia de otros tipos de meditaciones, tiene
presente los conceptos de impermanencia de las sensaciones y ecuanimidad. Otras
meditaciones pueden quedarse en el logro de calma mental y gratificación.
